La página web del Ayuntamiento de Bilbao publica en su sección Educar y crecer en familia una entrevista con Juan Luis Martín, doctor y director del grado en Psicología de la Universidad Europea del Atlántico. Coincidiendo con el inicio del nuevo curso, el también especialista en mediación familiar explica en qué medida las expectativas que los padres proyectan sobre sus hijos pueden influir en su comportamiento o en el rendimiento escolar.
En palabras de Martín, “el adulto comunica a los niños lo que espera de ellos mediante lo que dice, cómo y cuándo lo dice, por la expresión del rostro, el tono de su voz, etc… y, como consecuencia, los menores van creando y modificando su autoconcepto, autoestima y las expectativas sobre sus propios comportamientos”.
¿Es conveniente tener expectativas?
En base a esta primera afirmación, la siguiente pregunta no se hace esperar: ¿Es conveniente tener expectativas? Y el experto responde rotuno: “Por supuesto que hay que tener expectativas”, pero matiza diciendo que éstas “deben ser adecuadas al desarrollo de los hijos y ajustadas a la realidad”.
“Para que las expectativas contribuyan a un adecuado desarrollo infantil, deben ajustarse al potencial real del menor. Si van mucho más allá de lo que el menor puede dar, se producirá frustración, desconfianza y eso puede amenazar los vínculos afectivos ya que puede generarle problemas de autoestima, de estado de ánimo, de desmotivación o, incluso, rebeldía ante la expectativa adulta”.
En este sentido, Martín añade que “establecer expectativas realistas que no sean demasiado altas ni demasiado bajas, ayuda a desarrollar el sentimiento de competencia y un sentido saludable de valor propio. Potencia la seguridad y confianza en la relación con los adultos y obtiene una sensación de independencia y responsabilidad”.
Para terminar, el profesor reconoce que es comprensible que la mayoría de los padres quieran tener hijos con éxito, que saquen buenas notas, se relacionen bien con los demás, etc. Pero, según dice, es importante que este deseo no impida ver cuál es la realidad del hijo en cuestión. «El objetivo es descubrir cómo es el menor y no cómo nos gustaría que fuera”.
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