Sofía Fernández Lavín, egresada en Comunicación Audiovisual y actualmente alumna del grado en Publicidad y Relaciones Públicas de la Universidad Europea del Atlántico, comparte su experiencia tras haber viajado a los campamentos de refugiados saharauis, en Argelia, para la realización de un proyecto audiovisual personal, convivir con familias y conocer en profundidad la situación del pueblo saharaui.
En primer lugar, ¿qué te ha animado a vivir esta experiencia?
Desde hace unos años colaboro con asociaciones solidarias con el pueblo saharaui en España y poco a poco he ido conociendo su cultura y la situación política que les llevó a ser refugiados, después de haber tenido incluso DNI español. El Sáhara Occidental, al sur de Marruecos, fue una provincia española más. España nunca terminó el proceso de descolonización y vendió de forma ilegal el territorio a Marruecos y Mauritania tras la muerte de Franco con los llamados Acuerdos Tripartitos de Madrid. Tras esto, Marruecos inició la Marcha Verde y ocupó el territorio, iniciándose así una guerra entre el Frente Polisario, representante del pueblo saharaui y Marruecos. Los saharauis tuvieron que huir mientras eran bombardeados y refugiarse en Argelia, donde llevan esperando desde entonces a que se cumpla la resolución de la ONU, que se prometió en 1991 tras el alto al fuego, para volver a su tierra.
Muchos de estos jóvenes refugiados saharauis han venido a España a través de proyectos solidarios para poder tener unos estudios y es gracias a todos ellos que he ido conociendo más y más sobre esta causa, pero me faltaba ir allí y verlo de primera mano. Sobre todo con la intención de grabar un documental que pudiese mostrar al mundo la injusta situación que están viviendo. Además, ya había realizado otros dos productos audiovisuales: el primero era un reportaje en el que se relataba la situación política-histórica del pueblo saharaui y el segundo tocaba la parte más humana con testimonios de jóvenes saharauis en España.
¿De qué manera gestionaste el viaje y tu estancia ahí?
Existe un programa llamado Vacaciones en Paz a través del cual niños saharauis de entre 8-12 años que viven en los campamentos, vienen durante los meses de verano a familias de acogida españolas. De esta manera, los niños se alejan de las difíciles condiciones del desierto y las altas temperaturas (llegando a los 50ºC en verano), a la vez que pueden hacerse revisiones médicas que en los campamentos de refugiados son impensables. Normalmente, las familias que acogen suelen traer al mismo niño los siguientes años consecutivos creando un vínculo entre ellos y sus familias.
Cuando empecé a conocer al pueblo saharaui fue gracias a este programa. La que fue mi entrenadora de baloncesto tenía una “hermana saharaui” en los campamentos, que había acogido desde pequeña y que ahora había formado una familia, a la que va a visitar cuando puede. Ella me dio la oportunidad de acompañarla en uno de sus viajes con la Asociación de Navarra Amigos del Sáhara y me lancé a la aventura.
Hablamos un poco del proyecto audiovisual en el que estás trabajando, ¿cuál es el enfoque estás dando al trabajo ?
Como he comentado antes, ya realicé dos trabajos más sobre este tema y en este tercero quería centrarme en la forma de vida en unos campamentos de refugiados, en cómo viven las familias allí, los proyectos de educación y sanidad que se están llevando a cabo, la ayuda humanitaria que llega, las necesidades que se tienen, la situación de las mujeres y, además, vivir una guerra de primera mano. Y es que, desde el 13 de noviembre de 2020, Marruecos rompió el alto al fuego y el Frente Polisario decidió volver a la lucha armada, pese a ser un pueblo pacífico que lleva años esperando la resolución pacífica. Esto se vive en los campamentos con miedo, pues casi no hay hombres ya que se encuentran la mayoría en el frente de batalla o trabajando fuera.
Has tenido la oportunidad de convivir con una familia saharaui durante una semana, ¿qué aspectos destacarías de su cultura?
El pueblo saharaui tiene una cultura muy amplia y diferente a la mía por lo que fueron muchas cosas las que me sorprendieron y me gustó conocer. Entre ellas está la comida, aunque no tienen una dieta muy variada por las limitaciones de vivir en un campamento de refugiados, el arroz con carne de camello o el cuscús son unos de los platos estrella. Uno de mis ratitos favoritos del día era el momento de tomar el té. La familia se reúne en una jaima tranquilamente a hablar mientras alguien se pone a hacerlo durante horas, es un proceso bonito de ver. Se acaba cuando se toman los 3 tés, cada cual más dulce y suave que el anterior. Se dice que el primero es amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte.
La verdad es que me he sentido súper a gusto con toda la gente allí. Pese a la injusta situación que les ha tocado vivir, la valentía, la hospitalidad y la generosidad son los adjetivos con los que definiría al pueblo saharaui, además de ser muy familiares.
Por último, durante tu estancia, ¿has realizado alguna labor de voluntariado?
No he realizado ninguna labor de voluntariado como tal, pero, debido a la falta de medicamentos y la falta de necesidades básicas cubiertas, sí que, aprovechando el viaje, se envían medicamentos, comida, dinero y productos de higiene para las familias y los dispensarios de los campamentos, tanto de forma individual como por parte de la asociación con la que se viaja, pues son vuelos chárter.